En el sueño de Suzume, los recuerdos de la infancia cobran vida, donde camina un poco en medio de las ruinas y llama a su madre. Se despertó, las mariposas daban vueltas sobre su cabeza, las cosas estaban dispersas. La niña vive con la tía Tamaki, porque su madre murió hace más de diez años: su ciudad fue destruida primero por un terremoto y luego cubierta por un tsunami. En todo Japón, hay lugares abandonados que ahora son peligrosos para visitar debido al aumento de la actividad sísmica. El extraño Souta le pregunta a Suzume sobre uno de estos: la niña va por un extraño y ve que está tratando de cerrar el portal-puerta del inframundo, cuyos espíritus causan terremotos en el mundo de las personas. La puerta se cierra con éxito, en casa, Suzume venda la herida de Souta y alimenta al gato callejero. El gato resulta ser difícil, la bestia es el guardián escapado de la brecha entre los mundos, por diversión, el gato transfiere la conciencia del chico a una silla para niños, que fue hecha a mano por su madre para Suzume.